La Emotiva Primera Boda del Soro - Un Encuentro Mágico Entre Amor y Tradición

Lo que se vio

Si se trata del último episodio de burguesía escandalizada por las vanguardias históricas no viene al caso cuando tres años después se fundaba Dadá en Zurich. Sin embargo, sí se ha de anotar que entre los asistentes al estreno estaban Jean Cocteau, Coco Chanel o Pablo Picasso, quien en 1913 estaba llevando a cabo su propio avance sobre el cubismo. Se esperaba un escandalazo. La crítica de Le Figaro estalló en bilis contra Nijinski: “No tiene nada que decir (…) sus composiciones cada vez van a parecer un poco más ridículas, está muy claro que no es su culpa”. La batalla estaba servida hacía tiempo, y ya se sabía que las vanguardias llegaban a cambiar a la burguesía desde dentro de la burguesía. Los resultados de esa tarea no vienen al caso hoy.

"A pesar de que, años después, Stravinsky recordaba el pollo que le habían montado en los Campos Eliseos aquella tarde de primavera, la obra comenzó a defenderse por sí sola" Nijinski, el coreógrafo, que trabajó La Consagración de la Primavera durante extenuantes jornadas, que es lo que se suele decir estas veces, dispuso unos movimientos a la altura de la música: imprevisibles, salvajes, tiernos y reales. El sentido de primitivo que la crítica ha adoptado a menudo como sinónimo de arcaico porque no se ciñe a la tradición occidental, explota en la obra en una serie de movimientos que tienen tanto de primitivo como de pasos hacia un momento primordial o divertirse casi hipnotizado en una fiesta eslava o una rave. Primitivo también como lo es comer, beber y ese tipo de cosas. Y primitivo como pueden serlo la violencia y la muerte.

La escenografía y el vestuario de Nikolai Roerich, perfectamente modernas a su modo, y las escenas de erotismo, demasiado implícitas hoy para que un vistazo rápido nos lleve al archivo social del sexo, también contribuyeron a que la platea se volviese irrespetuosa, en palabras de los representantes de la Academia. La representación, no obstante, terminó, y cuentan que incluso se oyeron tímidos aplausos al final.

Su amor por el toro

Aunque su padre no creía que pudiera ser torero porque era bajito y gordito –la antítesis de la estampa del torero– su pasión acabó ganándole y decidió apoyarle. "Desde pequeño sentí un amor enorme por el toro y por esta profesión", decía Ruiz en un documental sobre su carrera estrenado en marzo.

Empezó a torear y, siendo becerrista, se ganó un buen número de seguidores. Y es que el Soro, un joven con desparpajo dentro y fuera de los ruedos, conectaba bien con la gente. Sus heroicidades llegaron hasta los círculos taurinos valencianos y debutó con picadores en la tarde del 19 de agosto de 1979, entonces con el sobrenombre del xiquet de Foios. Aunque los problemas de huesos lo tuvieron en dique seco durante un par de meses en 1981, al año siguiente consiguió tomar la alternativa como diestro.

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