Por qué Ricardo Bofill se apartó de la vida pública: de sus años oscuros a su nuevo y polémico proyecto en Arabia Saudí
Como si tuviera el síndrome de Greta Garbo, Ricardo Bofill jr. decidió hace años apartarse definitivamente del mundanal ruido y dedicarse a la arquitectura, profesión que convirtió a su padre, Ricardo Bofill, en una figura internacionalmente reconocida. El que fuera marido de Chabeli Iglesias mantiene vivo su legado a través de Taller de Arquitectura, que está al frente ahora de un polémico proyecto en Arabia Saudí.
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Proyectos en India y China
En aquel entonces tenía numerosos proyectos arquitectónicos, fundamentalmente en China y Rusia, y estaba especialmente entusiasmado con su desembarco en India. Allí reformó las oficinas de Google y estaba involucrado en un barrio residencial de casas de cuatro plantas en Chennai. Su apuesta es la arquitectura sostenible y ponía mucho énfasis en el medio ambiente.
Ricardo Bofill, con Chábeli Iglesias. / GTRES
En cuanto al nuevo proyecto del estudio de Bofill, bautizado con el nombre de Utamo, basten algunos detalles para entender su magnificencia. Empezamos por su entrada de 64 metros de altura revestida con bloques de piedra escalonados, que marcan la llegada a al denominado «teatro del futuro». Se encuentra dentro del megaproyecto Neom, que abarca nada menos que diez destinos, entre los que se encuentran una ciudad portuaria en forma octogonal llamada Oxagon, la megaciudad The Line y un complejo isleño bautizado como Sindalah.
«Utamo, como una película, necesita una ascensión dramática y después un punto de inflexión», ha manifestado el propio Ricardo Emilio Bofill, nombre completo del arquitecto. «A medida que nos acercamos a esta gran puerta, te das cuenta de que hay algo mucho más especial dentro. Atraviesas un espacio que se vuelve cada vez más estrecho y después, de repente, explota en otro mundo que te sumerge en el arte y la interpretación, potenciados por la tecnología más increíble», ha explicado en declaraciones recogidas por Dezeen.
Boda de chabeli y ricardo bofill
Christian Altaba y Chábeli Iglesias.
En marzo de 2010, sufrió un aborto natural tras cuatro meses de embarazo y, aunque nunca lo llegó a confirmar, podría haber estado esperando mellizas. Fueron también días duros para el matrimonio. Fue cuando Chábeli se reencontró con su madre, que nada más conocer la situación decidió trasladarse a Miami para cuidar y proteger a su hija, a la que sigue llamando “mi pequeña”.
Los primeros intereses amorosos de Chábeli
El 3 de septiembre de 1971, tan sólo siete meses y escasos días después de su boda (20 de enero), nació María Isabel Iglesias, conocida como Chábeli, en el Hospital Nuestra Señora de Cascais, en Portugal. A pesar de su presunta prematuridad, nació con tres kilos y trescientos gramos de peso.
Desde que nació Chábeli todo lo que la niña hacía despertaba interés: su comunión, la paga mensual de papi (el famoso cheque Chábeli), su mal camino en los estudios, sus vacaciones o sus amoríos. La primogénita era presa de la atención de los paparazzi. Todo interesaba. Y desde entonces no ha dejado de protagonizar exclusivas y cotizadas entrevistas: su boda y posterior divorcio con el polémico Ricardo Bofill, su complicado primer embarazo, el nacimiento de sus dos hijos, Alejandro y Sofía, los dos primeros nietos de la abuela Isabel Preysler, etc.
Fue pionera en aparecer en los medios de comunicación por ser hija de alguien famoso. Cuentan sus conocidos que Isabel Chábeli Iglesias ha heredado la elegancia de su madre y el espíritu aventurero de su padre. Desde los 14 años hasta la actualidad son numerosos los novios que ha tenido o que le han atribuido. Fue en 1985, cuando las revistas se hicieron eco de su primera amistad masculina. Se trataba de Antonio Garrigues Miranda, hijo de Antonio Garrigues Walker, abogado de renombre, y que contaba con 18 años, cuatro más que ella. El joven Garrigues era campeón de España de paddle tenis, un deporte que apasionaba a la jet, entre ellos a Isabel Preysler, y Chábeli tuvo interés en conocerlo para que le diera clases. Por entonces ya había pasado de niña a mujer, como relata la canción de su padre. Pero su “relación” tan sólo duró unos cinco meses, pues se cuenta que, a pesar de juventud, Chábeli ya tenía muy claras las cosas y no soportaba que Antonio, por sí mismo, fuera protagonista de reportajes y de alguna que otra portada.
Boda con Ricardo Bofill el 11 de septiembre de 1993.
Isabel quería controlar todos los aspectos de la boda y por eso ese verano decidió cambiar la Marbella hortera de Jesús Gil por la Costa Brava. La familia Boyer-Preysler se preparó para pasar las vacaciones en la masía Les Corts, en la urbanización de Camp de Pilans, en la localidad gerundense de L’Escala. Mami quería estar cerca de su consuegro Ricardo Bofill, que tiene una casa en Mont-Ras, en Gerona, y tener fácil acceso al Taller de Arquitectura. Pero no fue un camino de rosas. Isabel se encontró con el rechazo de una parte de la cerrada sociedad catalana, que ni siquiera contó con el matrimonio Boyer para el tradicional suquet de peix, oficiado por el conocido productor Pere Portabella, con el que se abre oficialmente la temporada estival para la jet barcelonesa.
Isabel Preysler, que siempre se ha declarado católica, pretendió también que al margen del acto civil de la boda se celebrara una misa en el mismo taller oficiada por el padre dominico Bartolomé Vicens, por entonces auxilio más material que espiritual de la familia Preysler, confesor del rey Juan Carlos y el sacerdote que finalmente bautizó a Ana Boyer en Madrid en la más estricta intimidad tras el fiasco de Isabel Preysler en Marbella con su bautizo frustrado.
La boda trajo, cómo no, ganancias económicas para Chábeli, aunque algo disminuidas por el despiste de papuchi, pero ésta no se rindió y luchó por cubrir las supuestas pérdidas. Al considerarse la boda como un acontecimiento social interesante para todos los lectores de este tipo de revistas, las publicaciones del sector llegaron a un acuerdo entre todas para que se tratara de una exclusiva compartida. La agencia contratada por Chábeli, Keystone-Nemes, hizo pública la decisión de vender las mismas imágenes a todas las revistas que tuvieran interés por ellas. Al ser exclusiva compartida, no pudo sacar tanto dinero como pensaba en un principio pero aun así, consiguió treinta millones de pesetas por esas fotos. El pago de los treinta millones se repartió equitativamente entre las revistas interesadas: ¡Hola!, Lecturas, Semana y Diez Minutos. Las fotos las harían los profesionales de la agencia Keystone y para asegurarse de ello, no permitieron la entrada de cámaras en el recinto, ni siquiera a los invitados. Lo que sí consiguieron las revistas fue una invitación para que pudiera asistir un reportero de cada una de ellas. Por supuesto, y a pesar de que las fotos eran las mismas, las revistas duplicaron su venta.