El papel indispensable de Carmen Polo
La viuda de Francisco Franco falleció el 6 de febrero del año 1988. Después de haber estado casi doce años apartada de la vida pública, Carmen Polo falleció mientras dormía, a los ochenta y siete años de edad a causa de una bronconeumonía. Fue enterrada en un panteón del cementerio de Mingorrubio, en El Pardo. Lugar en el que, posteriormente, fueron llevados los restos de su esposo después de ser exhumado del Valle de los Caídos.
Durante su matrimonio, Polo demostró ser una mujer con temperamento que siempre luchó por mantener a la familia unida. Mandó sobre su hija, sus nietos e incluso sobre su esposo. Lo que es evidente es que su figura pasará a la historia, ya sea para bien o para mal, por haber sido una de las personas más influyentes de la dictadura de Franco.
De hecho, una de sus intervenciones clave tuvieron que ver con el nombramiento de Juan Carlos I como heredero al trono. Fue ella, quien en el año 1969, dio el visto bueno, tal y como recoge el autor en su obra. También tuvo mucho que ver en la elección de un nuevo presidente del Consejo de Ministros. Fue tras el asesinato de Carrero Blanco cuando Carmen Polo consiguió convencer a su marido para que Carlos Arias Navarro ocupara aquel puesto.
Hambruna
Tras la Guerra Civil, España sufrió uno de los momentos más duros de su historia, motivo por el que Franco no pudo intervenir en la II Guerra Mundial, dependiente de la caridad de Inglaterra y Estados Unidos para poder suministrar algo de alimento a una población hambrienta.
Así era el dictador, un tipo vengativo, acomplejado y cruel que era capaz de cualquier cosa para mantener su imagen y, sobre todo, para mantenerse en el poder. Como siempre se dice: el dictador murió en la cama. Eso, lo veremos en el segundo capítulo de 'Franco en color', el lunes 25 de noviembre.
Un dictador implacable que usaba su imagen familiar para transmitir un mensaje de normalidad. Un tipo acomplejado que utilizaba el poder para venganzas personales y para demostrarse a sí mismo que era mejor de lo que le habían dicho de niño. Francisco Franco, apodado Cerillita y Franquito en sus inicios militares, aparece retratado con toda su crudeza en ‘Franco en color’, un documental que se emitirá en DMAX y que ha recuperado imágenes inéditas, otras antiguas, las ha coloreado con esmero y las ha montado para contar la historia del dictador desde sus inicios. Vanitatis ha tenido acceso en primicia al material, que se podrá ver en dicha cadena a partir de este lunes 18.
Boda no deseada
Destinado a Asturias en 1917, conoció entonces a Carmen Polo, joven de una familia adinerada de Gijón, y cuando decidieron casarse, el padre de la novia se opuso. Fue por el tesón de Polo y la carrera fulgurante de Franco que finalmente lograron celebrar la boda, el 22 de octubre de 1923, con el rey Alfonso XIII de padrino. Todo un logro para un joven general (el más joven de Europa en su momento) nacido en una familia sencilla, rota por la ausencia del padre, quien se fugó con su amante a Madrid. Liberal y masón, el también militar Nicolás Franco fue uno de los motivos por los que el dictador siempre tuvo en su objetivo a ambos colectivos.
Su vida personal estuvo siempre entrelazada a su vida política. Famosa es la película ‘Raza’, escrita por Jaime de Andrade, que no era más que su seudónimo. Algo que no se supo hasta 1964, cuando el ya Generalísimo pidió su entrada en la SGAE como autor. Esas salidas de tono, aplaudidas gracias a un régimen autoritario y cruel, fueron numerosas, lo que le confieren, con el tiempo, un cierto aire ridículo. Antes de ‘Raza’ ya había escrito ‘Diario de una bandera’, publicado en 1923, una loa a su vida en la Legión, donde se formó y creció como militar.
El documental se trufa con imágenes de Franco con su mujer y su única hija, Carmen Franco, una niña usada por la dictadura para mostrar al sátrapa más íntimo y cariñoso. La pequeña, con su pelito corto ondulado, peinado clásico de la época, aparece siempre feliz, dando saltos, cariñosa con su padre, ajena a la terrible situación que vive el país. Muchas de las imágenes son en el pazo de Meirás, regalo de las autoridades de Coruña al dictador. Pese a la pobreza, ellos vivían en una apoteosis de lujo.
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En una de ellas, el 1 de febrero de 1961, el Ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne hirió a Carmen, de manera fortuita, por supuesto. Él lo registró así en su diario: "Tuve la desgracia de darle un plomazo en salva sea la parte a la marquesa de Villaverde". En el culo, claro. Y el General, al ser informado, sólo acertó a decir que quien no supiera cazar se abstuviera de hacerlo. Carmen Franco era una buena escopeta: su padre, imaginamos, la había adiestrado en el manejo de las armas de caza. Puede que fuera una de sus aficiones más pronunciadas, aparte de otras que al General no le gustaban, como jugar a las cartas, al póker y al "rummy". Carmen Franco viajaba a veces sin su marido, acompañada de alguna de sus mejores amigas, como Margarita Orfila. Iban al casino de Biárritz de vez en cuando, nunca desde luego a cualquier otro de España. Recordemos que el padre del General Franco medio arruinó a su familia, se separó de su esposa, dejó El Ferrol asentándose en Madrid con una barragana, dándose a la bebida y al juego. Por eso, en vida del Jefe del estado no se autorizó jamás el juego en España.
La herencia familiar es cuantiosa, en negocios inmobiliarios sobre todo cuyas sociedades presidía Carmen Franco, con la mayoría de acciones a su nombre respecto a las de sus hijos. Ya salía poco fuera de casa y su último viaje el pasado verano fue a un crucero con sus amigas. Procuraba superar la depresión y preocupaciones. Como siempre hizo cuando sus hijos se fueron separando, salvo Mariola y Arancha, guardándose para sí los disgustos y actuando con discreción, en todo momento contemporizadora. Lo que más dolor le ha producido es el contencioso del Pazo de Meirás, que en la postguerra regalaron a su padre, el General y ahora quieren arrebatárselo para la Xunta de Galicia. Los sucesos de Cataluña también le afectaban. Se ha marchado de este mundo en silencio, sin pronunciarse públicamente sobre esos mencionados asuntos. Porque, por encima de su leyenda como mujer casi desconocida para los españoles, se mantuvo constantemente en un segundo plano, discreta, procurando vivir y dejar vivir. No le fue fácil tampoco llevar el apellido Franco, aunque naturalmente lo ostentó con orgullo. Que otros se aprovecharan de ella para actos de reivindicaciones franquistas, en Carmen, con su presencia, sólo primaba el respeto y admiración hacia su padre, ya que nunca quiso políticamente servirse.