La pensionista mejor pagada de España
La viuda de Francisco Franco no solo fue una mujer temperamental, creyente y volcada con su familia, sino que también destacó su adoración por el poder. De hecho, Carmen Polo fue la pensionista mejor pagada de España por los sueldos que recibía de forma mensual desde la muerte de su marido en el año 1975 hasta el día de su muerte en febrero de 1988. Tal y como recoge Mariano Sánchez en su obra, durante seis años, Carmen Polo percibía una gran suma de dinero.
Recibía un total de 179.999 pesetas por ser viuda del jefe de Estado. 47.969 en concepto de pensión por una ley especial del 8/76. Por otro lado, también disponía de 75.930 pesetas de pensión por ser viuda de un capitán general, 66.640 por la Cruz Laureada de San Fernando y 53.312 por dos medallas militares recibidas en su nombre. Finalmente, Carmen Polo recibía también 40.110 pesetas de gratificación militar por cierre de escalas.
La suma total se eleva hasta las 894.960 pesetas cada vez en bruto. Tras las reducciones legales pertinentes, obtenía un total de 652.443 pesetas. Una cifra que se elevaba a los 12.529.440 pesetas al año en catorce pagas. Es decir, cuando murió, Carmen Polo estaba cobrando cuatro millones de pesetas más que el propio presidente del Gobierno, cuyo sueldo era de 8.263.476 pesetas en febrero del año 1988.
La muerte de Franco, la ruptura de la familia
No fue hasta la muerte del Caudillo cuando los esfuerzos de Carmen Polo comenzaron a desintegrarse. Poco a poco vio cómo su familia comenzó a romperse. De hecho, criticó muy duramente la obra póstuma del primo de su esposo, Francisco Franco Salgado-Araújo, porque consideró que sus palabras alteraban grandes aspectos de la personalidad del dictador.
Sin embargo, y a pesar de que las cosas cambiaron para la familia, Carmen Polo pudo disponer de un gran patrimonio inmobiliario y económico que había atesorado durante la dictadura franquista. De hecho, el rey Juan Carlos I le concedió por real decreto, el pazo de Meirás.
Boda no deseada
Destinado a Asturias en 1917, conoció entonces a Carmen Polo, joven de una familia adinerada de Gijón, y cuando decidieron casarse, el padre de la novia se opuso. Fue por el tesón de Polo y la carrera fulgurante de Franco que finalmente lograron celebrar la boda, el 22 de octubre de 1923, con el rey Alfonso XIII de padrino. Todo un logro para un joven general (el más joven de Europa en su momento) nacido en una familia sencilla, rota por la ausencia del padre, quien se fugó con su amante a Madrid. Liberal y masón, el también militar Nicolás Franco fue uno de los motivos por los que el dictador siempre tuvo en su objetivo a ambos colectivos.
Su vida personal estuvo siempre entrelazada a su vida política. Famosa es la película ‘Raza’, escrita por Jaime de Andrade, que no era más que su seudónimo. Algo que no se supo hasta 1964, cuando el ya Generalísimo pidió su entrada en la SGAE como autor. Esas salidas de tono, aplaudidas gracias a un régimen autoritario y cruel, fueron numerosas, lo que le confieren, con el tiempo, un cierto aire ridículo. Antes de ‘Raza’ ya había escrito ‘Diario de una bandera’, publicado en 1923, una loa a su vida en la Legión, donde se formó y creció como militar.
El documental se trufa con imágenes de Franco con su mujer y su única hija, Carmen Franco, una niña usada por la dictadura para mostrar al sátrapa más íntimo y cariñoso. La pequeña, con su pelito corto ondulado, peinado clásico de la época, aparece siempre feliz, dando saltos, cariñosa con su padre, ajena a la terrible situación que vive el país. Muchas de las imágenes son en el pazo de Meirás, regalo de las autoridades de Coruña al dictador. Pese a la pobreza, ellos vivían en una apoteosis de lujo.
Carmen Franco apenas se ocupó de sus hijos: viajaba constantemente con su marido

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Carmen Franco, la única hija del general Francisco Franco y Carmen Polo, fue una gran desconocida para los españoles. Quienes la trataron en la cercanía –tenía pocas aunque sólidas amistades- reconocieron siempre sus virtudes más señaladas: sencillez, simpatía, sentido del deber y responsabilidad… Rara vez concedió entrevistas periodísticas y, si lo hizo, fue ya muerto su padre, el Jefe del Estado. Se limitaba a cruzar algunas frases, breves diálogos con algún reportero que se le acercara. Tuve ocasión de hacerlo alguna vez, me atendió con afabilidad, aunque insisto en que solo durante apenas cinco minutos. Por ejemplo, cuando me dijo que su padre tenía escritas muchas notas, pero no estaban ordenadas, por lo cual no podrían ser consideradas como memorias. Se habló de una millonaria oferta del editor Lara, de Planeta a la familia Franco, que estaba dispuesta a considerarla, y hasta se dijo que el periodista del Régimen Emilio Romero podría ser quien se ocupara de seleccionar todo el material y darle forma literaria e histórica. No sucedió tal cosa. Los papeles existen, guardados a buen recaudo por Carmen. Quien en otro aspecto, cuando todos los años acudía a atender su puesto en el Rastrillo Nuevo Futuro atendía a cuantos se acercaban a ella, y siempre sonriendo, lo mismo que las tardes que iba a los toros a la plaza de las Ventas acompañada de su primogénita. Esa sonrisa tan parecida a la de su madre. En vida del General se extendió el estúpido rumor de que no era hija suya, lo que constituía amén de injuria una soberana idiotez.