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Julio Iglesias durante su participación en el Festival de Eurovisión de 1970
Isabel y Julio se conocieron inicialmente en una fiesta homenaje a Manuela Vargas, la famosa bailaora musa del pintor Salvador Dalí, celebrada en casa de Juan Olmedilla. Allí surgió el flechazo. Su cara de niña, su fragancia (siempre se perfuma en el último momento) y su esbelta figura (es más alta de lo que aparenta) impresionaron de entrada al cantante, transmitiéndole un encanto especial. Julio Iglesias no tardaría en enamorarse de la filipina, a pesar de que en aquel momento le resultaba fácil verse rodeado de esplendorosas mujeres. Era el soltero de oro, con muchas admiradoras. Pero sería en otra fiesta, celebrada en la primavera de 1970 en uno de los antiguos pabellones de la Feria del Campo de Madrid, que daba la conocida familia bodeguera gaditana de los Terry y organizada por el popular relaciones públicas, el navarro Julio Ayesa Echarri, donde se consumó el intento.
“Julito – le dijo Iglesias a Ayesa, al que apodaban como a él y con quien mantenía una especial amistad- me encanta esa chica oriental, preséntamela, ya le he echado el ojo…y hoy no se me puede escapar”.
A Isabel sí que no se le escapó el evidente interés que mostró de entrada el cantante hacia ella Y eso que allí estaba la crème de la crème: desde la folklórica Lola Flores, pasando por la duquesa Carmen Franco, su hija Carmen Martínez-Bordiú, hasta un largo número de los llamados vips entre los que la filipina ya había aprendido a manejarse con soltura. Como siempre llegó tarde a la cita, pero nada angustiada. Iba a su aire, como si la noción del tiempo fuera diferente en Filipinas que en España. Ya era costumbre su falta de puntualidad, quizá por su exagerado perfeccionismo. Cuentan que la tranquilidad pasmosa que aún mantiene para arreglarse ha sacado de sus casillas a sus tres maridos, cinco hijos y amistades más cercanas. Pero a esas alturas Madrid estaba ya dominado. Para ella la capital española era mucho mejor que Manila y sus viejos amoríos eran historia lejana. La fiesta sirvió para que Isabel Preysler y Julio iglesias comenzaran a salir como si fueran dos jóvenes pipiolos. “Conocí a Julio Iglesias en 1970. Me pareció un chico simpático y educado, con un aspecto muy agradable. Julio no era todavía un famoso cantante. De todas formas, a mí nunca me han impresionado las personas por su importancia o popularidad. Nuestra primera salida fue para asistir a un recital de Juan Pardo. Tres días después de que nos presentaran, se me declaró; y a los seis meses ya éramos novios. Quería que nos casáramos enseguida, pero yo le dije que esperáramos un poco (…) Recuerdo perfectamente sus palabras. Me dijo: “esto no es una declaración y no pienses que te lo estoy pidiendo, pero quiero decirte que eres la mujer perfecta que siempre hubiera imaginado yo para casarme“, afirmó la Preysler en sus memorias para la revista Hola.
El último gesto de amor de Chábeli Iglesias con su padre y las 12 fotos que recuerdan lo unidos que han estado siempre
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Siguiente EXCLUSIVA: Gisela nos presenta a su bebé tras su dura lucha por ser madreNacida el 1 de agosto de 1971 en Estoril (Portugal), la primera instantánea en blanco y negro donde aparece Chábeli es justo un mes después de llegar al mundo, concretamente en el día de su bautizo. Ahí apreciamos como su padre, Julio Iglesias, y su madre, Isabel Preysler miraban ensimismados a su niña
Entrañable escena familiar en casa del popular cantante y su esposa con su hija mayor, sentados los tres en el sofá mientras juguetean con su mascota. Eran los primeros años de su primogénita, que recibía el cariño incondicional de los suyos
Dejar atrás el pasado
Si bien es cierto que el embarazo fue clave para la boda, antes de dar este paso hubo otro acontecimiento importante y definitivo en la vida de la 'reina de corazones' que determinó su llegada a España y marcó su futuro.
Isabel llegó a Madrid a casa de sus tíos con 18 años por una imposición paterna. La decisión tenía que ver con un novio poco recomendable. La idea era separarlos y, una vez pasadas las locuras de juventud, volver al hogar paterno en Manila. El ‘playboy’ se llamaba Juni Kalaw, varios años mayor que la postadolescente de 17 años, con varias relaciones compartidas y una fija que alternaba con todas ellas. Una vez que Isabel, a la que su padre llamaba Chábeli, subió las escalerillas del avión con un destino de ida y vuelta, el amor ardiente lo dejó aparcado en el baúl de los recuerdos y comenzó una vida divertida y novedosa en Madrid.
Pronto formó parte del grupo de niñas bien formado por Mariola Martínez-Bordiú, Chata López Sáez o Marta Oswald y capitaneado por la nieta primogénita de Franco, Carmen Martínez-Bordiú.
Si no hubiera sido por el noviazgo incipiente con Kalaw, su primer amor y también su primer desengaño, que cambió su destino, el histórico vital habría sido muy diferente. Probablemente, hoy no sería la 'reina de corazones'.
Julio Iglesias durante su participación en el Festival de Eurovisión de 1970
Isabel y Julio se conocieron inicialmente en una fiesta homenaje a Manuela Vargas, la famosa bailaora musa del pintor Salvador Dalí, celebrada en casa de Juan Olmedilla. Allí surgió el flechazo. Su cara de niña, su fragancia (siempre se perfuma en el último momento) y su esbelta figura (es más alta de lo que aparenta) impresionaron de entrada al cantante, transmitiéndole un encanto especial. Julio Iglesias no tardaría en enamorarse de la filipina, a pesar de que en aquel momento le resultaba fácil verse rodeado de esplendorosas mujeres. Era el soltero de oro, con muchas admiradoras. Pero sería en otra fiesta, celebrada en la primavera de 1970 en uno de los antiguos pabellones de la Feria del Campo de Madrid, que daba la conocida familia bodeguera gaditana de los Terry y organizada por el popular relaciones públicas, el navarro Julio Ayesa Echarri, donde se consumó el intento.
“Julito – le dijo Iglesias a Ayesa, al que apodaban como a él y con quien mantenía una especial amistad- me encanta esa chica oriental, preséntamela, ya le he echado el ojo…y hoy no se me puede escapar”.
A Isabel sí que no se le escapó el evidente interés que mostró de entrada el cantante hacia ella Y eso que allí estaba la crème de la crème: desde la folklórica Lola Flores, pasando por la duquesa Carmen Franco, su hija Carmen Martínez-Bordiú, hasta un largo número de los llamados vips entre los que la filipina ya había aprendido a manejarse con soltura. Como siempre llegó tarde a la cita, pero nada angustiada. Iba a su aire, como si la noción del tiempo fuera diferente en Filipinas que en España. Ya era costumbre su falta de puntualidad, quizá por su exagerado perfeccionismo. Cuentan que la tranquilidad pasmosa que aún mantiene para arreglarse ha sacado de sus casillas a sus tres maridos, cinco hijos y amistades más cercanas. Pero a esas alturas Madrid estaba ya dominado. Para ella la capital española era mucho mejor que Manila y sus viejos amoríos eran historia lejana. La fiesta sirvió para que Isabel Preysler y Julio iglesias comenzaran a salir como si fueran dos jóvenes pipiolos. “Conocí a Julio Iglesias en 1970. Me pareció un chico simpático y educado, con un aspecto muy agradable. Julio no era todavía un famoso cantante. De todas formas, a mí nunca me han impresionado las personas por su importancia o popularidad. Nuestra primera salida fue para asistir a un recital de Juan Pardo. Tres días después de que nos presentaran, se me declaró; y a los seis meses ya éramos novios. Quería que nos casáramos enseguida, pero yo le dije que esperáramos un poco (…) Recuerdo perfectamente sus palabras. Me dijo: “esto no es una declaración y no pienses que te lo estoy pidiendo, pero quiero decirte que eres la mujer perfecta que siempre hubiera imaginado yo para casarme“, afirmó la Preysler en sus memorias para la revista Hola.