La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin utilizaron la fórmula “interrupción de la relación matrimonial”
Cinco años después, tiempo en el que llegó a anunciarse un tercer embarazo de la infanta que no llegó a término, la situación se hizo insostenible y Elena decidió irse de casa (un piso que había adquirido Jaime de Marichalar con una herencia) y se instaló, con sus hijos, en un chalet de alquiler. Zarzuela tuvo que admitir la evidencia y, después de que La Vanguardia, anunciara que ya no vivían juntos, se hizo pública la separación. La idea era que la pareja se diera un tiempo para reflexionar, pero la duquesa de Lugo lo tenía muy claro: no quería saber nada de su marido. Dos años después llegó el divorcio.
Jaime de Marichalar sigue viviendo en su piso del barrio de Salamanca y la infanta Elena compró una vivienda junto al Retiro. En raras ocasiones se les ha vuelto a ver juntos y en todos estos años ni a la infanta Elena, ni a Jaime de Marichalar se les han conocido nuevas parejas.
De la novillada a los zafiros: lo que olvidaste de la boda de la infanta Elena y Marichalar
Hubo repique de campanas y, la noche anterior, los principales monumentos estuvieron iluminados hasta el amanecer. Los medios de comunicación de todo el mundo habían enviado a sus corresponsales, y los nacionales llevaban semanas preparando reportajes y directos. Los alquileres de los balcones por donde pasaba el cortejo se pagaban a seis mil euros los más pequeños, un millón de pesetas entonces. Desde Alfonso XIII no se había celebrado en España un acto de estas características. Don Juan Carlos y las infantas, Margarita y Pilar, se casaron en Grecia, Lisboa y Estoril. Veintiseis años después, las anécdotas de esos días siguen teniendo vigencia. Recordamos unas cuantas.
La infanta Elena eligió Sevilla como homenaje a su abuela, la condesa de Barcelona, que vivió muchos años en la ciudad hasta que en 1931, cuando se proclamó la República, la familia emprendió el exilio a Francia. Madrid estaba reservado para la boda del heredero, que en aquel momento no tenía novia oficial y sí oficiosa, Gigi Howard. Meses después del enlace de su hermana, rompería con ella y dos años después llegaría a su vida Eva Sannum
Doña María le regaló al novio una botonadura de zafiros que perteneció a don Juan, y a su nieta una pulsera de oro y brillantes que había pertenecido a la infanta María Isabel de Orleans. La botonadura la suele utilizar a menudo Marichalar cuando se viste de gala.
Engaños para meter la nariz en la familia real
En 1994 se anunció el compromiso entre la infanta Elena y Jaime de Marichalar. Antes de su luna de miel en Australia, tuvieron la primera boda real en casi un siglo en España. Al principio, se sabía muy poco sobre ellos, ya que mantenían un perfil bastante bajo. Sin embargo, los problemas comenzaron a surgir después del nacimiento de sus dos hijos, Froilán y Victoria. Esto marcó un antes y un después en su relación.
Cuando Jaime de Marichalar sufrió un ictus, Elena ya estaba considerando la posibilidad de separarse de este banquero aficionado a la moda. Sus estilos de vida eran incompatibles. Mientras uno llevaba a cabo sus actividades diarias, el otro prefería dormir. Mientras la infanta se levantaba temprano cada mañana para llevar a Victoria y Froilán a la escuela, su esposo se iba a la cama después de pasar toda la noche en vela.
Jaime de Marichalar mintió al rey y la reina para casarse con la infanta Elena
Robert RodríguezFoto: EFE
Barcelona. Sábado, 8 de julio de 2023. 15:16
Tiempo de lectura: 1 minuto
En 2010, la infanta Elena y Jaime de Marichalar se separaban después de estar juntos desde 1995. La pareja tuvo una relación cada vez más complicada, y lo que pocos saben es que Jaime mintió a la reina Sofía y a todos para llevar adelante su matrimonio con la infanta Elena.
Una de las cosas en que mintió a los reyes fue que Jaime se presentó a sí mismo como economista en su currículum, cuando en realidad no poseía la licenciatura necesaria para ejercer en ese rol. Pero eso no fue todo, Jaime incluso agregó el "de" a su apellido, mostrando su ambición por ser alguien de la realeza y hacer que su nombre sonara más aristocrático.