"La Boda Real de Infanta Elena y Jaime de Marichalar"

De la novillada a los zafiros: lo que olvidaste de la boda de la infanta Elena y Marichalar

Foto: La boda de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, en 1995. (Getty)

Hubo repique de campanas y, la noche anterior, los principales monumentos estuvieron iluminados hasta el amanecer. Los medios de comunicación de todo el mundo habían enviado a sus corresponsales, y los nacionales llevaban semanas preparando reportajes y directos. Los alquileres de los balcones por donde pasaba el cortejo se pagaban a seis mil euros los más pequeños, un millón de pesetas entonces. Desde Alfonso XIII no se había celebrado en España un acto de estas características. Don Juan Carlos y las infantas, Margarita y Pilar, se casaron en Grecia, Lisboa y Estoril. Veintiseis años después, las anécdotas de esos días siguen teniendo vigencia. Recordamos unas cuantas.

La infanta Elena eligió Sevilla como homenaje a su abuela, la condesa de Barcelona, que vivió muchos años en la ciudad hasta que en 1931, cuando se proclamó la República, la familia emprendió el exilio a Francia. Madrid estaba reservado para la boda del heredero, que en aquel momento no tenía novia oficial y sí oficiosa, Gigi Howard. Meses después del enlace de su hermana, rompería con ella y dos años después llegaría a su vida Eva Sannum

Doña María le regaló al novio una botonadura de zafiros que perteneció a don Juan, y a su nieta una pulsera de oro y brillantes que había pertenecido a la infanta María Isabel de Orleans. La botonadura la suele utilizar a menudo Marichalar cuando se viste de gala.

Adiós a la soltería

La despedida de solteros de la pareja fue en Los Arenales, una finca en Morón de la Frontera propiedad del conde de la Maza y de María Victoria Ybarra. Su hijo trabajaba en la Guardia Real y tenía mucha amistad con la infanta Elena, que solía acudir a montar a caballo y a disfrutar del campo. La cita era a las cuatro de la tarde y hasta allí llegaron las amistades de ambos y los herederos de las casas reinantes. En la puerta, la prensa, a la que no se le dieron facilidades. “No quiero ver a ningún periodista ni que nadie saque una foto”, fue la exigencia, que no petición, de la Infanta. La traición vino por la parte de las amistades porque las fotos de la duquesa de Lugo bailando aparecieron en la prensa. Fran Rivera y Espartaco tuvieron su novillada ante el horror de los príncipes nórdicos.

La Infanta eligió a Petro Valverde para su traje nupcial. Hasta que llegó Marichalar, este diseñador le cosía la mayoría de la ropa para sus apariciones oficiales. Después, el marido marcó sus pautas. Valverde, un hombre serio y fiel, nunca entendió la inquina que le demostró el duque consorte. El velo era el mismo que había lucido en su boda su madre, doña Sofía, y anteriormente su abuela, la reina Federica de Grecia.

Llamó la atención que, durante la ceremonia, la novia no pidiera la venia a su padre. Los nervios le jugaron una mala pasada y hubo ciertas críticas por este olvido. Aparte del 'sí, quiero', era lo único que tenía que recordar. Mientras la Reina se emocionó lo justo, el Rey tuvo que utilizar el pañuelo. La infanta Elena siempre fue su preferida y padre e hija siguen siendo un apoyo mutuo en estos tiempos de borrasca.

26 años de la boda de Marichalar y la Infanta Elena: detalles de un evento que habíamos olvidado

Hace 26 años los miembros más destacados de las familias reales europeas se daban cita en Sevilla. Aquel 18 de marzo de 1995 la infanta Elena y don Jaime de Marichalar se daban el «sí quiero» en la catedral hispalense, e iniciaban una vida en común que daría como resultado a sus dos hijos, Froilán y Victoria Federica. Esta boda fue uno de los grandes acontecimientos del año en nuestro país, pues era el primer enlace real que se celebraba en España en décadas. Lo que nadie esperaba aquel día es que tan solo doce años después los protagonistas decidirían poner fin a su relación con un histórico divorcio.

boda infanta elena

Traje blanco y diadema floral

La novia vestía un traje blanco roto, de manga larga semitransparente, de Teresa Helbig, y llevaba una tiara floral de diamantes de su bisabuela la marquesa de Mondéjar, prendida en el largo velo.

La celebración de esta primera gran boda del año reunió a una gran representación de la alta sociedad española, que este año tiene una agenda repleta de bodas y celebraciones. A su llegada a la iglesia vimos, entre otros, a Fernando Fitz-James y su esposa, Sofía Palazuelo, que fue, una vez más, una de las invitadas más elegantes; Xandra Falcó, y Esther Alcocer Koplo­witz.

Las hijas del Rey Juan Carlos asistirán también en septiembre a la boda de Victoria López-Quesa­da y el aristócrata Enrique Moreno de la Cova

Los recién casados saliendo de la Iglesia con sus damitas

A la izquierda, la novia llegando con su padre; a la derecha, la infanta Elena

Jaime de Marichalar

Para doña Cristina fue una gran ocasión para reencontrarse con amigos de toda la vida y disfrutar de un gran día junto a algunos familiares. Entre ellos, Teresa Urquijo y Moreno de Borbón y su prometido, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que ya están a pocas semanas de convertirse en marido y mujer. De hecho, podría decirse que la celebración les sirvió como “ensayo” para el próximo 6 de abril.

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