Celebración y baile
Teresa y José Luis ya han enviado las invitaciones para su boda y, por supuesto, las infantas están en la lista. Doña Elena y doña Cristina están muy unidas a la familia desde siempre, especialmente a las hermanas Moreno de Borbón —una de ellas, Beatriz, es la madre de la novia— y no se perderán la celebración en la finca “El canto de la Cruz” (en el municipio de Colmenar Viejo), propiedad de los abuelos maternos de la novia, Íñigo Moreno de Arteaga, marqués de Laserna, y Teresa de Borbón y Borbón, princesa de las Dos Sicilias y prima del Rey Juan Carlos.
Entre los 500 invitados se encontraban los duques de Huéscar, Fernando Fitz-James y Sofía Palazuelo, que fue, una vez más, una de las más elegantes
Tras la ceremonia, los invitados disfrutaron de una celebración por todo lo alto en la finca propiedad de la abuela materna de la novia, Marta Cotoner Barrios, condesa de A Coruña y una de las propietarias de “El Chaparral” (en La Escorzonera), finca donde vivía el marqués de Mondéjar, que fue como un segundo padre para el Rey don Juan Carlos —hoy pertenece a los cinco hermanos—, y fue el escenario de la puesta de la largo de Victoria Federica de Marichalar tras su mayoría de edad.
Los duques de Huéscar han celebrado, el pasado mes de enero, el primer cumpleaños de Sofía, la menor de sus dos hijas
Para la cena se sirvió crema de espárragos con marisco, pintadas rellenas y tarta de queso con frambuesas —catering de Siboulette—, y actuó el grupo de DJ Gilca Sounds. Las infantas, inseparables y muy divertidas, se quedaron a la fiesta, que acabó a las dos de la mañana.
Se cumplen 26 años de la boda de la infanta Elena y Jaime de Marichalar
La infanta Elena entraba en la catedral de Sevilla del brazo de su padre, el rey Juan Carlos I, luciendo un espectacular y acertado vestido de Petro Valverde. Un diseño de corte princesa con escote cuadrado, manga al codo, decorado con bordados e hilo de seda que lució junto a un velo de tul de cuatro metros. Junto al vestido, la infanta lució una joya muy especial, una tiara de inspiración helénica que su suegra le había regalado con motivo del compromiso.
Una de las anécdotas de la boda fue que el rey Juan Carlos I tuvo que llevar a su hija al altar con el brazo escayolado, pues hacía unos días que había sufrido un accidente de esquí en Candanchú. Un pequeño detalle que no opacó a los grandes protagonistas e invitados más célebres. Entre los más de 1.500 asistentes destacó la presencia del príncipe Carlos de Inglaterra, que acudió solo, y que únicamente asistió a la ceremonia religiosa.