La muerte de Pierre Curie y los hallazgos posteriores
En 1903, y en la cúspide de su fama científica, los Curie habían comenzado a mostrar señales de envenenamiento radiactivo. De hecho, Pierre no pudo asistir a la ceremonia de otorgamiento del Premio Nobel debido a su estado de salud y a los dolores que padecía. Los médicos, desconocedores aún de los peligros para la salud de los materiales radiactivos, simplemente mantuvieron a la pareja en observación.
Al año siguiente nació su segunda hija, Eva, tras superar un aborto posiblemente inducido por la misma radiactividad. Y dos años después, en 1906, Pierre fue arrollado por un carruaje en París y falleció debido a una fractura de cráneo. Marie quedó sumamente afectada. Pero su compromiso con la investigación conducida con su marido la hizo seguir adelante.
Hoy se conoce como envenenamiento por radiación al conjunto de síntomas que produce la exposición a la radiación ionizante. Este tipo de condición puede presentarse de manera aguda (cuando la exposición es breve pero a dosis muy altas) o crónica (cuando la exposición es a dosis bajas pero durante un lapso prolongado) y sus efectos pueden variar dependiendo del caso. Entre sus consecuencias posibles están las quemaduras, la aplasia medular, la aparición del cáncer y el daño prenatal.
Ese mismo año le fue ofrecida la plaza en el departamento de Física de la Universidad de París que inicialmente se había destinado a su esposo. Marie aceptó y se convirtió en la primera mujer en asumir un cargo docente en esta universidad y la primera también en dirigir un laboratorio de investigación científica.
En 1909 Marie creó junto al Instituto Pasteur el “Instituto del Radio”, donde centró sus investigaciones sobre dicho elemento, posteriormente renombrado Instituto Curie. Solo entonces pudo contar con un laboratorio adecuado para aislar un primer gramo de radio puro, cosa que finalmente logró en 1910. Allí también definió una escala internacional para la medición de las emisiones radiactivas, que hoy lleva el nombre “curio” en su honor.
Los primeros hallazgos científicos de Marie Curie
La asociación entre Pierre y Marie Curie fue fructífera desde un comienzo. Inspirada en los hallazgos de Henri Becquerel (1852-1908) sobre los rayos que emitían las sales de uranio (U) y por el reciente descubrimiento de los rayos X por parte de William Röntgen (1845-1923), Marie eligió como tema de estudio doctoral la hasta entonces desconocida radiación del uranio, y empleó para ello un aparato electrómetro creado por su esposo y su cuñado quince años antes.
A través del estudio de otros compuestos minerales, como la pechblenda, la torbernita o la autunita, Marie descubrió la existencia de otros elementos que, como el uranio, emitían una forma desconocida de energía. De este modo se identificó el polonio (Po), llamado así en homenaje a la patria de Marie, y el radio (Ra) cuyo nombre proveniente del latín (radius, o sea, “rayo”) le permitió acuñar también el término “radiactividad”.
Los esfuerzos de Marie se centraron en identificar lo más posible estos nuevos elementos. Sus primeras publicaciones fueron muy bien recibidas, gracias a la intermediación de su antiguo maestro Gabriel Lippmann, y el éxito de Marie no se hizo esperar.
En 1900 fue nombrada catedrática de la Escuela Normal Superior, la primera mujer de la historia en ejercer este cargo. En 1902 había recibido ya dos veces el prix Gegner, con el que la Academia de las Ciencias de Francia apoyaba las investigaciones científicas, y en 1903 el prix La Caze. En 1903 defendió con éxito su tesis y recibió el título de doctorado, mención cum laude.
Ese mismo año, los Curie fueron galardonados con la Medalla Davy e invitados a Gran Bretaña a exponer sus hallazgos sobre la radiactividad, pero a Marie no se le permitió dar el discurso por ser mujer. Su disertación, en cambio, se tradujo a cinco idiomas y se reimprimió diecisiete veces en el mundo entero.