El Esplendor de la Boda de la Reina Isabel II - Celebrando un Evento Real

Una íntima ceremonia en el ayuntamiento de Windsor con la ausencia de Isabel II

Apenas 28 invitados pudieron vivir en directo el 'Sí, quiero' de Carlos y Camilla, algo absolutamente excepcional en la boda de un príncipe heredero. Ambos estaban divorciados y apenas tres años antes, la iglesia anglicana había cambiado la norma para aceptar los matrimonios de personas divorciadas. Pero la iglesia de Inglaterra llegó al convencimiento de que era mejor un matrimonio civil, de tal manera que se convirtió en el primer miembro de la familia real inglesa en casarse de esta manera. A esa ceremonia civil no asistieron ni Isabel II ni Felipe de Edimburgo.

Después de la ceremonia civil, la novia se cambió de traje y acudieron a un servicio religioso en la capilla de San Jorge y una celebración posterior, en la que sí estuvieron los monarcas acompañados de 800 invitados.

74 años de la boda de Isabel II y Felipe de Edimburgo, el hombre que renunció a sus raíces por amor

Isabel II y Felipe de Edimburgo el día de su boda

Tal día como hoy, hace ya 74 años, la Reina Isabel II y Felipe de Edimburgo se convirtieron en marido y mujer durante una fastuosa boda real oficiada en la la abadía de Westminster. Los novios pasaron por serias dificultades antes de poder celebrar su gran día, empezando por el rechazo de buena parte de la opinión pública y de las altas esferas británicas a semejante unión. Ni siquiera el cielo londinense parecía querer poner de su parte, amaneciendo nublado y lluvioso aquel 20 de noviembre. Por fortuna, las nubes se retiraron a media mañana, como también lo hicieron en los años posteriores en los que los ciudadanos por fin aceptaron al príncipe como esposo de la soberana.

La reina Camilla revela su percance con los zapatos el día de su boda y la reacción que tuvo Isabel II

Actualizado 18 de Septiembre de 2022 - 21:41 CEST Por Patricia Martin, Martín Gálvez Piqueras

La reina Camilla ha rendido un bonito homenaje a Isabel II a través de un especial emitido esta noche en la BBC, poco antes del minuto de silencio que se guardaba en honor a la difunta monarca a las 20:00h (21:00 hora española). La esposa de Carlos III ha elegido la víspera del funeral de Estado, que tendrá lugar este lunes en la Abadía de Westminster, para dedicar unas palabras a la que ha sido su suegra. Una intervención a modo de entrevista que, como no podía ser de otra forma, ha estado repleta de cariño y admiración. Además de contar una anécdota tan embarazosa como divertida, también habló del legado perdurable de la soberana y de otros recuerdos personales con ella.

camilla

Una fecha que se tuvo que retrasar a última hora

Todo estaba dispuesto para que la boda de Carlos y Camilla se celebrara el 8 de abril de 2005, un viernes, pero a última hora se retrasó un día y los festejos tuvieron lugar el día 9 para que el entonces príncipe Carlos pudiera asistir al funeral del papa Juan Pablo II, que había fallecido el 2 de abril en el Vaticano.

"Como muestra de respeto, Su Alteza Real y la señora Parker Bowles han decidido posponer su boda hasta el sábado", expresó el comunicado real que difundieron.

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A los reyes de Inglaterra no les gustaba el entonces Felipe de Grecia por varias razones. La primera y más importante es que por sus venas corría la sangre alemana. El pueblo germano devastó Europa durante la II Guerra Mundial, mostrándose especialmente duro contra la ciudad de Londres, que bombardeaba noche sí, noche también. Que la princesa Isabel hubiera puesto sus ojos en un joven de semejante ascendencia escandalizó a la opinión pública y a buena parte de las altas esferas británicas, que tenían la esperanza de que la heredera al trono reflexionara y se decantara por algún otro chico perteneciente a las casas de alta alcurnia inglesa, como los Grafton, los Rutland, los Buccleuch o los Porchester.

Isabel II y Felipe de Edimburgo en su juventud

Además, tampoco gustaba el escaso patrimonio con el que Felipe contaba. Los reyes querían para su hija un hombre poderoso y rico cuya posición estuviera a la altura del Palacio de Buckingham, pero la heredera al trono seguía en sus trece. Viendo que era imposible que la joven alteza se separara del problemático griego y que los rumores de compromiso empezaban a filtrarse entre la prensa, la casa real británica ideó un elaborado plan de marketing para limpiar la imagen del futuro consorte de cara a la ciudadanía.

Para empezar, Felipe tuvo que renunciar a sus raíces y a su propia ciudadanía griega, perdiendo así los títulos reales que el país heleno le concedió desde el momento de su nacimiento. Poco después se le otorgó el pasaporte británico, aunque en su primera página ya se podía leer un nombre diferente al que recibió cuando nació. Ya no quedaba rastro de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, aquel molesto apellido alemán, y en su lugar se le bautizó como Mountbatten, un apelativo británico donde los haya.

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