Seis meses de preparación
Su hazaña, no cabe otro calificativo, le llevó ayer a otro tipo de agotamiento, el provocado por las numerosas entrevistas con la compañía de su mujer, Mari Carme Maza, intérprete de su lenguaje de signos. «Estoy muy contento y agradecido, muy impactado por el eco que ha tenido. Y también muy cansado, me cuesta mucho caminar», explicó en conversación con este diario. Qué menos después de haber hecho una maratón.
Llegar a la meta de la avenida de Maria Cristina fue el fruto de seis meses de preparación. «Me gusta dividir mis retos en pequeños bloques. Así decidí pasar de la media maratón al maratón». En febrero del pasado año puso a prueba su cuerpo cuando corrió dos medias con solo un mes de diferencia en Miami y Nueva York. «Hace cuatro años corrí en Barcelona mi primera media. Fue muy difícil, casi imposible»
Algo parecido le sucedió el domingo. No faltaron los momentos de desfallecimiento, incluso cuando aún quedaba mucha carrera por delante. «Tuve tres muy difíciles. En el kilómetro 24 mi cuerpo no tiraba. También en el 34-35 y en el 37-38, cuando me hacían mucho daño las piernas y estaba agotado mentalmente», recordaba. Para salir de «esas bajadas anímicas» resultó fundamental el apoyo del grupo de 10 personas que le acompañaron, formado por familiares, amigos y su entrenador personal. Su mujer también corría.
A Mari Carme, hoy estudiante universitaria de educación social, la conoció cuando se iniciaba en lo que se ha convertido en el otro eje de su vida: las charlas inspiracionales y conferencias motivacionales en centros educativos, empresas y entidades deportivas. «Fue hace seis años y medio en una escuela y era su segunda conferencia. Él iba con su mejor amigo y yo estaba sentada en primera fila. Había hecho su primer triatlón 'supersprint' y le envié un mensaje diciéndole que me había gustado mucho».
Opinión de La Novia Gitana, Carmen Mola – Reseña
«En Madrid se mata poco», le decía al joven subinspector Ángel Zárate su mentor en la policía; «pero cuando se mata, no tiene nada que envidiarle a ninguna ciudad del mundo», podría añadir la inspectora Elena Blanco, jefa de la Brigada de Análisis de Casos, un departamento creado para resolver los crímenes más complicados y abyectos.
Susana Macaya, de padre gitano pero educada como paya, desaparece tras su fiesta de despedida de soltera. El cadáver es encontrado dos días después en la Quinta de Vista Alegre del madrileño barrio de Carabanchel. Podría tratarse de un asesinato más, si no fuera por el hecho de que la víctima ha sido torturada siguiendo un ritual insólito y atroz, y de que su hermana Lara sufrió idéntica suerte siete años atrás, también en vísperas de su boda. El asesino de Lara cumple condena desde entonces, por lo que solo caben dos posibilidades: o alguien ha imitado sus métodos para matar a la hermana pequeña, o hay un inocente encarcelado.
Lo que sabemos del enlace cancelado
Carmen Otte estaba preparándose cuando recibió una llamada del que iba a ser su marido diciéndole que tenía dudas y que no quería seguir adelante. La noche anterior habían celebrado la preboda, en donde invitados como Juan del Val no notaron que hubiera ningún problema entre los novios.
Antes de hablar con su novia, Juan Ortega había consultado con dos sacerdotes. Uno de Jerez, amigo de Carmen, y otros de Barcelona, con quien él mismo tenía buena relación. Aunque el primero le dijo que siguiera adelante, el segundo le aconsejó que, si no estaba seguro, no diera el paso.
Según contó Juan del Val, que era uno de los invitados, fueron enterándose cuando quedaba una hora para el enlace. Poco a poco se corrió la voz entre las personas que iban a asistir al enlace, que habían llegado desde varios lugares de España para la boda.
Carmen Otte Alba iba a lucir un vestido de Carmen Maza, una pieza de unos 5.000 euros con aires clásicos pero bohemios. Todo estaba listo para la celebración, que se estima que puede haberles costado entre 70.000 y 90.000 euros. Unas cantidades de las que se ha hecho cargo el torero.