Que fue de la novia de miguel angel blanco
Author
- María Jiménez Ramos Profesora de la Facultad de Comunicación, Universidad de Navarra
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Cuando la organización terrorista ETA secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco Garrido, acumulaba en su haber de asesinados a cerca de 800 personas. Sin embargo, la movilización sin precedentes para pedir la liberación y condenar el asesinato del joven concejal de Ermua y, sobre todo, el hecho de que todos aquellos que tenían conciencia recuerden dónde estaban o qué hacían cuando recibieron la noticia de su secuestro o de su muerte dejan entrever que Miguel Ángel Blanco no fue una víctima más del terrorismo.
Veinticinco años después de aquellos días de julio, reparar en los motivos que explican por qué una víctima concreta ascendió a categoría de símbolo ayuda a comprender un episodio memorable de nuestra historia reciente.
Una vez más, ETA respondió a una crisis interna redoblando la crueldad. En la década de ochenta, pasados los años de plomo en los que la organización terrorista acumuló un mayor número de víctimas, quienes dictaban sus designios se convencieron de que los asesinatos selectivos no eran eficaces.
Las víctimas, en su mayoría, eran miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y de las Fuerzas Armadas o aquellos considerados “enemigos del pueblo vasco” y acusados de narcotráfico o de chivatos. Estos perfiles, unidos al avance del discurso nacionalista radical que dibujaba una frontera palpable entre los nuestros y los otros, empujaban a la sociedad, particularmente la vasca, a considerar a las víctimas como ajenas.
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16 horas del miércoles 26 de julio de 2017. Un pueblo barcelonés a unos 50 kilómetros de la capital catalana.
Marimar, como le llamaba Miguel Ángel, no ha cambiado tanto: sigue con el pelo rubio y suelto, aunque ahora lo lleva alisado. Viste un polo verde y unos pantalones negros. Sostiene un bolso de mimbre con un corazón pintado de color rosa. La mujer acaba de salir de un restaurante en el que ha comido un menú del día de 12 euros.
Marimar tiene ahora 44 años, está casada y es madre una niña.
Pero todo aquello ha quedado atrás. María del Mar Díaz González, la viuda de Miguel Ángel Blanco, dejó la tierra en la que nació y se refugió en un pequeño pueblo catalán para intentar rehacer su vida. Y lo consiguió.
Huyó de la presión mediática, se distanció de la familia de su novio y pidió ayuda a políticos notables del PP para poder salir del foco. Le brindaron su mano el siempre influyente periodista José María García; el por entonces presidente de los populares vascos, Carlos Iturgaiz, y hasta el mismísimo secretario de Estado de Administraciones Públicas, Jorge Fernández Díaz, cuyo jefe en el Ministerio era Mariano Rajoy.
“Nos volcamos muchos altos cargos del PP vasco y catalán. Había que echarle una mano a esa chica”, cuenta un dirigente popular que participó en la operación para sacar de Ermua a la novia del concejal asesinado.
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QUIÉN FUE MIGUEL ÁNGEL BLANCO
Cuando el nombre de Miguel Ángel Blanco saltó trágicamente a la actualidad nacional e internacional, era un joven de 29 años que llevaba un par de años siendo concejal del PP en el Ayuntamiento de Ermua (Vizcaya), desde las elecciones de 1995.
Hijo de Miguel y Consuelo, ambos de Ourense, de joven trabajó de albañil con su padre. Después se licenció en Económicas y trabajaba en la consultoría Eman Consulting en Eibar, a donde viajaba cada día en tren desde Ermua, su localidad natal.
Aquí le podemos ver en el Ayuntamiento de Ermua ejerciendo su labor como concejal del PP en marzo de 1996.
QUÉ PEDÍA ETA
La puntualidad habitual de Blanco provocó sospechas en los compañeros de trabajo del concejal cuando no lo vieron aparecer. Además, ese día Miguel Ángel tenía una cita con un cliente.
Media hora después de su secuestro, una llamada anónima grita esto a una de las secretarias del entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja: ″¡Hijos de puta, lo de Ortega Lara lo vais a pagar. ¡Gora Euskadi Askatuta!”.
Pocos minutos después, el diario Egin publica un comunicado de ETA anunciando el secuestro de Blanco y las exigencias de los terroristas a cambio de su liberación: acercar a los centenares de presos etarras a las cárceles vascas. En caso contrario, a las 16:00 horas del sábado 12 de julio acabarían con su vida.
Sobre las 18:00 horas, los responsables de este periódico llamaron a la Ertzaintza y al PP en Bilbao, comunicándoles el secuestro.
El Gobierno, entonces presidido por José María Aznar, se negó a aceptar lo que calificaron como un “chantaje” para obligarles a cambiar de política penitenciaria.