Niños heridos, piernas amputadas, secuestros, muertes…
Las imágenes explícitas del daño sirvieron como palanca desligitimadora de la violencia. Pero, además, que ese daño se visualizara en personas concretas a las que los medios de comunicación empezaban a poner nombres y apellidos resquebrajó la deshumanización.
Cuando, a partir de Oldartzen, las víctimas comenzaron a ser personas pertenecientes a las élites, hasta cierto punto conocidas o cargos públicos, comenzaron a cobrar importancia las biografías de cada una de ellas, ya que en su compromiso político contra el terrorismo residían las razones de su asesinato.
Que ETA seleccionara cuidadosamente a sus víctimas, en definitiva, favoreció su humanización. De ahí que, cuando Miguel Ángel Blanco fue secuestrado, muchas informaciones se detuvieron en su familia, sus aficiones y su compromiso político. Conocer aquellos detalles fue clave para que se activaran los mecanismos de identificación con la audiencia hasta asentar la idea de que ese desconocido concejal era, en el fondo, uno de los nuestros.
La creciente movilización ciudadana estalló. Miguel Ángel Blanco no fue el primero: ETA puso fin a 10 de sus 86 secuestros con el asesinato del rehén. Hasta 1997, algunas de las manifestaciones contra el terrorismo más multitudinarias se habían celebrado para pedir la libertad de personas secuestradas que, finalmente, serían asesinadas: los industriales Ángel Berazadi y Javier de Ybarra, el ingeniero de la central nuclear de Lemóniz José María Ryan o el capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios.

Otros tres exdirigentes etarras imputados
La Sala recuerda que Iparraguirre "fue informada de la fecha de la vista" y designó a un abogado francés para que le representase en la audiencia pública celebrada el pasado 6 de marzo, en la que se dio lectura a los motivos por los que se presentó la solicitud de prórroga y a los documentos presentados en sustento de esa petición.
Escuchados los argumentos de las partes, el tribunal, con el respaldo de la Fiscalía francesa, acordó autorizar esa ampliación de la entrega rechazando "la imprecisión de la información contenida en la orden europea de detención".
El potencial pedagógico de la historia de Miguel Ángel Blanco
En las personas que, por distintas circunstancias, se han convertido en símbolos de un fenómeno o un momento histórico converge un rasgo: la trascendencia de los valores que encarnan las convierte en emblemáticas, no solo para sus contemporáneos, sino también para las generaciones siguientes.
En tiempos del posterrorismo, las víctimas se han erigido como figuras con un potencial pedagógico inigualable. Conocer la historia del terrorismo desde su perspectiva no solo salda la deuda moral que se creó cuando se las olvidó, se las ignoró o se las maltrató; también permite establecer mecanismos de empatía con la audiencia a través de la autoridad que concede haber vivido los acontecimientos en primera persona.
Las historias de las víctimas y los testimonios de los supervivientes se han demostrado eficaces para cambiar la perspectiva que los más jóvenes tienen sobre el terrorismo. Y algunas de esas historias concentran rasgos que la hacen particularmente eficaces. La de Miguel Ángel Blanco es una de ellas: sus orígenes familiares humildes, sus planes de futuro junto a su novia, su afición a la música, su juventud y su decisión de comprometerse políticamente pese al riesgo que entrañaba en el País Vasco de mediados de los noventa sugieren valores y vivencias con las que la audiencia puede fácilmente reconocerse e incluso admirarse.
Los estudios recientes que alertan del desconocimiento en torno a la figura de Miguel Ángel Blanco solo apuntan a que los jóvenes no saben su historia, pero no evalúan qué efectos tiene una vez que se les cuenta. ¿Y si para quienes no vivieron su secuestro y asesinato la historia de Miguel Ángel se convierte en la puerta de entrada al conocimiento del terrorismo? ¿Y si, una vez conocida, también a sus ojos se eleva a categoría de símbolo? ¿Y si en lugar de frustrarnos ante el desconocimiento de las nuevas generaciones nos preguntamos por qué no les hemos contado lo que ocurrió aquellos días de julio?
Amputan una pierna a la vidente Cristina Blanco, madre de Miguel Ángel Muñoz

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Duro varapalo para el actor Miguel Ángel Muñoz. Tal y como publica la revista Semana, su madre, la popular futuróloga Cristina Blanco, se encuentra ingresada en un hospital de Madrid donde le h ha sido amputada una pierna.
No se ha especificado la grave dolencia de Cristina Blanco, que no obstante se encuentra estable tras la operación. La vidente lleva, en todo caso, ingresada todo un mes durante el que ha recibido tratamientos especializados de cara a la posible inserción de una prótesis.

Un duro varapalo que al intérprete de UPA Dance le llega apenas cuatro meses después del fallecimiento de su tata, su abuela Luisa Cantero, a la que dedicó un emotivo documental sobre su vida en pandemia.
