Beauty look
Para su maquillaje, la marquesa de Griñón confió en el equipo de Sisley París, firma de la que es embajadora, que conoce sus gustos y lo que mejor le sienta. Las claves fueron la naturalidad, la elegancia y la atemporalidad; un maquillaje que huyó de artificios para mostrar a Tamara más radiante que nunca. Juego de volúmenes mate para evitar los brillos —algo más complicado de lo que podría parecer, teniendo en cuenta las temperaturas veraniegas— y un delineado difuminado para conseguir rasgos suavizados y el efecto de una mirada más abierta, elegante y sobria. En las mejillas, tonos rosados para evocar la frescura, y en los labios, el tono más natural. Se trataba de encontrar el equilibro entre el vestido, el maquillaje y el peinado. Un look royal y aristocrático, pero, al mismo tiempo, con el toque contemporáneo y natural de Tamara. El recogido, un sencillo y muy favorecedor moño bajo —realizado por Raquel Álvarez para Sisley—, terminaba de armonizar el conjunto a la vez que daba su protagonismo a la diadema de diamantes de familia.
Inicia el baile
Tras los comentados discursos de Manolo Falcó y del propio Íñigo, comenzaba la fiesta. Pero antes, el momento más esperado, el primer baile de los recién casados, que nada tuvo que ver con el que suele verse en las bodas: ni el tradicional vals ni el de los novios agarrados. De hecho, parecía una escena sacada de una película musical. La canción elegida fue Love, de Nat King Cole, una canción publicada en 1964 que combina el jazz y el swing.
Nada del vals tradicional: Tamara e Íñigo quisieron sorprender a sus invitados con su primer baile de casados al ritmo de Nat King Cole, con jazz y swing y escenas de película
En cada paso, los marqueses de Griñón, ya convertidos en marido y mujer, derrocharon una gran complicidad. A pesar de no haber tenido apenas tiempo de ensayar con la coreógrafa Lola González, la que fuera directora de la academia del programa Fama, a bailar —recordemos que Tamara se lesionó el tobillo y que tuvo que viajar varias veces a Nueva York por la prueba de su vestido—, los novios sorprendieron con su soltura y no pararon de disfrutar del momentazo ante su entregado público. De hecho, hay varios instantes en los que la hija de Isabel Preysler acabó en brazos de Íñigo, fundidos en románticos besos de película.
Un ambiente mágico
La cena se sirvió bajo unas grandes carpas tensadas Veleo de color verde bosque, para mimetizarlas con el jardín, decoradas con lámparas de ratán y pequeñas bombillas, sillas de exterior de madera natural y muchísimas velas. Una iluminación, de Cuanto, que transformó el lugar en un bosque mágico bajo la batuta de Ramiro Jofre y su equipo. Los novios hicieron su entrada al son de una de sus canciones preferidas, Walk the Moon, de Shut Up and Dance, y fueron saludando hasta llegar al extremo del comedor.
Tamara reunió a sus hermanos, primos y sobrinos en el día más importante de su vida, protagonizando una excepcional imagen de unión familiar
Ocuparon la gran mesa imperial con espacio para 40 comensales. Al lado de Íñigo, su hermana, Alejandra, y su gran amigo Yago Antón. Y con Tamara, Ana Boyer y el padre Cruz. Frente a ellos, Julio Iglesias, Jr; Alejandra y Jaime Fenwick Onieva, y Luisa Bergel, que presentó a la pareja. Tenían la fachada del palacio iluminada a sus espaldas para poder ver a todos sus seres queridos y amigos sentados entre mesas imperiales y redondas —todas con nombres de sus restaurantes favoritos y a las que se sumaron Chez Tami y Chez Íñigo—.