Apuntes de historia
Se dice que en la Francia del siglo XIV, conseguir la liga de la novia daba buena suerte. Para evitar contratiempos y persecuciones (las grandes protagonistas del día perseguidas por sus propios invitados), las recién casadas decidieron lanzarlas ellas mismas a la salida de la iglesia. Así, todo resultaba más sencillo. Y aunque el momento exacto del cambio de amuleto de una prenda íntima a flores no está suficientemente documentado, lo que está claro es que le traspasó sus poderes como símbolo de dicha.
Se trata de una tradición muy enraizada en Estados Unidos y que, con el tiempo, se ha ido haciendo habitual en nuestro país, si bien normalmente el ramo de novia natural se entrega a alguien elegido con anterioridad: una hermana, una mejor amiga, una prima muy cercana, una abuela.
Un ramo que armonice con tu personalidad
Las novias han llevado flores desde siempre. En la antigüedad y hasta hace un par de siglos, la costumbre era llevar plantas aromáticas y especias para ahuyentar a la mala suerte. Las flores representan un nuevo comienzo y llevaban consigo deseos de felicidad, fertilidad y lealtad.
Tu ramo debe ser único e inspirador. Podrás pensar en el significado cuando se trate de la composición de las flores. Por ejemplo, las margaritas simbolizan la inocencia y la pureza; las rosas rojas transmiten pura pasión; los crisantemos simbolizan la alegría y la sabiduría; las orquídeas encarnan fertilidad, lujo y refinamiento; las peonías representan prosperidad y un matrimonio feliz.
Al elegir las flores del ramo, deberás reflexionar sobre tus sensaciones. Tampoco es que existan ramos más correctos que otros. Lo importante, como sucede con los vestidos de novia, es optar por un estilo que se acomode a las preferencias personales o razones sentimentales.
Encerado
Mediante esta técnica conseguirás unas flores muy elegantes, perfectas para decorar un centro de mesa en tu nuevo hogar.
La glicerina, que es un alcohol líquido y viscoso, es muy recomendada para preservar las flores con un acabado más natural.
La técnica consiste en sumergir el ramo en un recipiente que contenga iguales cantidades de agua y glicerina. Mezcla bien para conseguir que ambos ingredientes se integren y deja reposar allí el ramo por un máximo de dos semanas.
Ve revisando constantemente y retira tus flores cuando estén flexibles, no crujan al tocarlas y no veas ningún signo de fragilidad. Además, se recomienda lavar el ramo con un poco de agua y jabón, para luego secarlo cuidadosamente, dejándolo unos días colgado de forma invertida.