El Elegante Misterio del Atuendo Negro en Bodas - Tradición, Etiqueta y Estilo

¿Cómo NO hay que vestirse para una boda?

No existe un consenso universal sobre lo que debería y no debería llevarse a una boda aunque, como en todas las decisiones, debería primar la sensatez: nada de vestidos cortos y/o de tirantes si la temperatura no acompaña y procura mantener cierta discreción si crees que escotes, transparencias o aberturas pueden herir sensibilidades. O, más concretamente, la de la persona que te haya invitado.

En palabras de Grace Villarreal: “Estoy totalmente a favor de romper las normas dentro de un orden y un respeto por los novios. También creo que depende mucho del tipo de boda. Pero, oye, sé creativo y llévalo con seguridad. La actitud es superimportante: si rompes las normas, hazlo con orgullo y la cabeza bien alta”.

Boda de etiqueta

No te pongas rojo en una boda. Simplemente no lo hagas. Vale que hay más cosas, pero de verdad, no lleves el color rojo. Y ya que estamos, por si no lo sabías, el blanco tampoco está bien. Aunque ambos son algo que personalmente no me gusta, hay razones de etiqueta para evitar estos colores también.

Soy la persona a la que mis amigos siempre llaman cuando están delante de su armario intentando averiguar qué ponerse. Siempre me ha apasionado el estilo y me encanta ser un recurso para las personas que buscan consejo. Ya sea que necesites ayuda sobre qué ponerte o cómo poner la mesa para la cena, soy tu chica. Comparto todo lo relacionado con la vida, la etiqueta moderna y el estilo casual de cada día.

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Carla Ruiz

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Breve historia de una tradición: novias de negro, invitadas de blanco y viceversa

No hace tanto que las novias vestían de negro y que, por tanto, estaba bien visto que las invitadas fueran de blanco. Fue la Reina Victoria de Inglaterra en 1840 quien invirtió el código cromático establecido ya que, de acuerdo con su biógrafa, el color blanco resaltaba más el encaje de su vestido de novia. No fue la primera, pero sí la más icónica a la que, por tanto, se le atribuye el mérito de iniciar una nueva tradición: desde entonces solo la novia y, como mucho, sus damas de honor “pueden” ir de blanco.

Tampoco fue la única ni mucho menos la última, en imponer su propia voluntad a una convención social. Se recuerda a novias e invitadas que tienen reservado el derecho a incumplir el protocolo y, prácticamente, la obligación de reescribirlo.

Audrey Hepburn se casó de rosa, Elizabeth Taylor de amarillo, Brigitte Bardot llevaba un vestido con cuadros vichy y el segundo look de novia de Marta Ortega era de Valentino, no de Zara y negro, para más inri.

Si hablamos de invitadas, Pippa Middleton y Cara Delevingne fueron de blanco a las respectivas bodas de sus hermanas aunque, con el libro de normas de la reina Victoria en la mano, al ser damas de honor, su vestido cumplía escrupulosamente con la etiqueta. En cambio, por más que aquel vestido champán de Kate Moss contara la aprobación de la novia, es probable que familiares y amigos cercanos a ella no lo vieran con tan buenos ojos. Y es que por lo general, el único dictado inquebrantable de la etiqueta nupcial –que responde más al sentido común que al del buen gusto– debería ser que ninguna invitada compita por el protagonismo ni vaya en contra de los deseos de la novia.

Por lo demás, tal y como demostró la boda de Sofia Richie, las ceremonias modernas amenazan con hacer caer hasta el último dogma protocolario. Al fin y al cabo, tradicionalmente ellos no deberían quitarse la chaqueta hasta que lo haga el novio, la corbata, en ningún caso, y los tocados deberían permanecer en su sitio hasta que finalice el convite. Así que, si estamos dispuestos a aceptar ciertas modificaciones, ¿por qué nos cuesta tanto tolerar otras?

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