Traje Isabel Preysler para boda

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Tamara Falcó: "No me iba a casar con un vestido de novia que no me gustaba"

El «no» de Tamara Falcó al poliéster y al miriñaque

“Sentimos un profundo respeto por la creación artística de otros compañeros y nuestra ética empresarial nos impide traspasar ciertos límites que pondrían en peligro la autoría original del diseño”, rezaban en su comunicado Sofía Arribas y Saioa Goitia, dueñas de Sophie et Voilà.

Tamara Falcó con la manicura del verano.

Rápidamente, la marquesa de Griñón desmentía que el diseño que quisiese para su vestido de boda fuese una copia de otro ya existente. “Yo tenía una inspiración para el traje, y las chicas de Sophie et Voilà vinieron a casa de mi madre y me dijeron: ‘Te lo hacemos”. El problema, relató, fue cuando ella dijo la palabra “inspiración”. “Me dijeron que no debía haber usado esa palabra”, explicó, y fue entonces cuando “empezó a haber como mucha tensión”. Tanta que cuando llegó la segunda prueba, en la que estaba presente su madre, “el vestido había cambiado radicalmente”.

“Fue todo súper incómodo y ahí empezó a ir mal. Mi madre no entendía nada”, confesó Tamara. Por eso, tras hablar con sus abogados, la hija de Isabel Preysler decidió terminar la colaboración con la firma en lo referente al diseño de su vestido de novia. “No me iba a casar con un vestido que no me gustara”, aclaró.

Así lo confirmó su madre, Isabel Preysler, ayer. A las puertas de la iglesia de Santa Bárbara en Madrid, donde acudía como invitada a la boda entre Lucía Domínguez Vega-Penichet y Álvaro Gomis, la ex de Mario Vargas Llosa se sinceró sobre este asunto. “No hay ningún problema, Tamara está feliz y tranquila”, comenzó diciendo.

Isabel, su primer gran amor

Cosmopolita, delicada, de educación exquisita y una belleza exótica y enigmática embriagadora. “Fue un toque de fascinación. Tenía clase, era distinta. ”, escribió de ella en sus memorias tiempo después. Porque fue verla y aquella joven que hablaba varios idiomas, de ascendencia filipina y elegancia natural, dejaría para siempre una marca indeleble en Julio Iglesias. Corría 1971 y ambos se encontraban por vez primera en una fiesta organizada por los Terry. El cantante ya era una estrella internacional, después de participar en Eurovisión con un más que honroso cuarto puesto, sin embargo, no encontró la forma de acercarse a aquella jovencita misteriosa. Ella era Isabel Preysler. Entonces, una estudiante de Secretariado Internacional, hija del representante del Banco Español de Crédito en Manila.

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“Fue un toque de fascinación. Tenía clase, era distinta. ”, así describió Julio Iglesias su “flechazo” por Isabel

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