Las joyas
Como joyas, la madre de Íñigo Onieva ha lucido los pendientes del famoso lote robado hace unos días que le prestaron y que gracias a ello evitaron ser sustraídos. Carolina es amiga de los joyeros y le cedieron esta joya para que se lo probase en la última cita con el modisto antes de adquirirla, como finalmente ha hecho.
Se trata de unos imponentes pendientes de esmeraldas que la suegra de Tamara ha combinado con joyas de su madre, un anillo y una pulsera antiguos que le hacía especial ilusión lucir en el gran día de su hijo.
En la cabeza, cumpliendo a rajatabla con el protocolo, nada. Su larga melena peinada en una coleta baja para dejar a la vista las joyas.
Carolina Molas ha sido la primera invitada en llegar a la boda. A bordo de un coche con los cristales tintados, peinada y maquillada, la madrina ha cruzado la verja de entrada al palacio de El Rincón no sin antes atender a los medios para confesar que estaba un poco nerviosa. No es para menos. Su primer hijo se casa en apenas unos minutos y su look será uno de los más analizados de la tarde.
Un ambiente mágico
La cena se sirvió bajo unas grandes carpas tensadas Veleo de color verde bosque, para mimetizarlas con el jardín, decoradas con lámparas de ratán y pequeñas bombillas, sillas de exterior de madera natural y muchísimas velas. Una iluminación, de Cuanto, que transformó el lugar en un bosque mágico bajo la batuta de Ramiro Jofre y su equipo. Los novios hicieron su entrada al son de una de sus canciones preferidas, Walk the Moon, de Shut Up and Dance, y fueron saludando hasta llegar al extremo del comedor.
Tamara reunió a sus hermanos, primos y sobrinos en el día más importante de su vida, protagonizando una excepcional imagen de unión familiar
Ocuparon la gran mesa imperial con espacio para 40 comensales. Al lado de Íñigo, su hermana, Alejandra, y su gran amigo Yago Antón. Y con Tamara, Ana Boyer y el padre Cruz. Frente a ellos, Julio Iglesias, Jr; Alejandra y Jaime Fenwick Onieva, y Luisa Bergel, que presentó a la pareja. Tenían la fachada del palacio iluminada a sus espaldas para poder ver a todos sus seres queridos y amigos sentados entre mesas imperiales y redondas —todas con nombres de sus restaurantes favoritos y a las que se sumaron Chez Tami y Chez Íñigo—.